Nadie hará bien esas copias

7 septiembre 2014

Rafael Sanz_Retrato de dos ninos

Rafael Sanz Lobato

Cuenta Rafael Sanz Lobato en el documental que acompaña su exposición cómo, al final de sus días, Edward Weston destruía algunos de sus negativos. Su mujer le preguntó por qué lo hacía. Y Weston, imposibilitado ya para copiarlos él mismo, los destruía porque “nadie, nunca nadie podría hacer bien esas copias”, ya que los posibles “printers” no habían estado en el lugar de la toma, y por tanto no habían “previsualizado” la escena. Ignoro si la historia es apócrifa o no. Me interesa ahora la mitificación que se hace de algunos conceptos de la fotografía química, como éste de la previsualización. Es un concepto ligado esencialmente al llamado “sistema de zonas”, todo un desarrollo técnico-didáctico para el control objetivo del tono fotográfico en blanco y negro. El fotógrafo debería ser capaz de determinar a priori, en la escena, el aspecto final de la imagen sobre el papel, estableciendo el recorrido técnico para llegar al resultado apetecido.

Una interpretación más subjetiva de la previsualización significaría la capacidad del fotógrafo para alejarse de la respuesta estandarizada de los materiales. Por ejemplo, si el fotógrafo previó su imagen deliberadamente oscura y con un contraste bajo, debería saber apartarse lo necesario del itinerario “normal” para conseguirlo. Diríamos, por lo tanto, que puede haber una previsualizaciónn objetiva y otra subjetiva. La primera podría ser restituida por un buen “positivador” sin demasiada dificultad, pero es evidente que sólo el autor es dueño de la segunda. He copiado imágenes de otros fotógrafos durante muchos años. No descubriré nada nuevo si digo que de tanta importancia como los recursos técnicos que se tengan es el conocimiento personal de la obra de cada autor, de sus intereses y hasta de su propia biografía, cuanto más profundo mejor. Ese conocimiento permite un acercamiento con garantías entre la imagen previsualizada y la copia final. Radicalismos aparte, siempre es una solución mejor que emprenderla a tijeretazos con los negativos.

Sirva un ejemplo. A comienzos de los ochenta no fui el único en escuchar a Koldo Chamorro decir que dar sus negativos a otra persona para que los copiase era como “ligar” con una chica y que la chica se la llevase otro. Sin embargo, desde finales de esa misma década y durante muchos años disfruté –y sufrí– con sus negativos con intensidad. Yo no acompañé a Koldo cuando obtuvo las fotografías, no estuve allí, en la escena, pero eso no fue un obstáculo insalvable. A lo largo de veinte años de llevar al papel sus a veces difíciles negativos recuerdo que sólo tuve que repetir una imagen, aunque hoy sinceramente creo que en más de una ocasión fue indulgente.

Lo cierto es que sólo el fotógrafo estuvo en la toma, sólo él pudo “previsualizar” el aspecto de la imagen en el papel. He ahí el por qué al autor hay que darle siempre la razón, aunque a los «positivadores» nos cueste bastante entenderla, incluso aunque no la tenga. Como sucede a menudo, en el pecado se lleva la penitencia. Cada autor es muy libre de realizar sus copias con arreglo a su “previsualización”. Sin esa atadura, no es difícil encontrar incorrecciones. Algo que, dejando al margen sus últimos trabajos, se me hizo evidente en la exposición de Sanz Lobato. Y algo que permite afirmar también a más de uno que las copias realizadas por Edward Weston a partir de sus propios negativos no son precisamente mejores que las realizadas después por sus hijos.